Los Moluscos reciben su nombre de la palabra latina ‘molluscum‘, que significa ‘blando’, ya que su característico cuerpo blando les define como grupo de especies. Son el segundo grupo de animales invertebrados más numerosos por detrás de los artrópodos, representando en el ambiente marino el 23% de todas las especies. Se calcula que pueden existir unas 100.000 especies diferentes, entre las que encontramos a especies tan conocidas como pueden ser los pulpos, calamares, sepias, almejas, caracoles. La gran cantidad de especies de Moluscos hacen que la variedad de formas, tamaños, tipos de vida y ciclos vitales sea extraordinariamente amplia. Sin embargo, como rasgos distintivos de los Moluscos más allá de su cuerpo blando, podemos mencionar la presencia de un manto, un pie muscular y un órgano llamado rádula.
En muchas especies, la epidermis del manto (pared dorsal que cubre la masa visceral del animal) secreta carbonato de calcio y forma una concha, la cual puede estar compuesta por una o dos valvas. En relación con el pie muscular, este está muy desarrollado y es muy potente. El pie se ha adaptado para llevar a cabo diversas funciones como la locomoción en los gasterópodos, aunque en Bivalvos le sirve para excavar y en los cefalópodos para proporcionar propulsión a chorro. Para alimentarse, los Moluscos hacen uso de la rádula, un órgano especializado el cual está lleno de pequeños dientes que utilizan para rasgar o cortar la comida antes de que entre en el esófago.
Los Moluscos poseen un sistema nervioso muy desarrollado, el cual alcanza unos niveles de complejidad muy sorprendentes en cefalópodos. La respiración es branquial en las especies marinos, y pulmonar o cutánea en las terrestres.
Estamos frente a un filo de especies muy adaptable, lo que ha permitido que los Moluscos hayan colonizado prácticamente todos los ambientes marinos (aguas polares, tropicales, subtropicales, …) hasta profundidades de más de 5.000 metros.
Son una importante fuente de alimentación para la especie humana.