Ophioblennius atlanticus es un blénido propio de las aguas del océano Atlántico oriental, donde le podremos encontrar desde las Islas Ascensión, Santa Helena y Angola, hasta las costas de Senegal, Azores, Madeira y las islas Canarias. Vive en fondos rocosos poco profundos (hasta 10 metros de profundidad) y con abundante presencia de algas calcáreas.
El cuerpo de Ophioblennius atlanticus tiene una longitud habitual de aproximadamente 7 cm, si bien la talla máxima puede alcanzar los 18 cm. El cuerpo es alargado, ligeramente comprimido en el sentido lateral y con una cabeza redondeada y un perfil cefálico obtuso. Sus grandes ojos se sitúan en una posición alta en el rostro, y por encima de ellos encontramos un par te tentáculos supraoculares simples. También encontramos tentáculos bien desarrollados en las narinas. La boca, situada en posición inferior del rostro, cuenta con unos gruesos labios con los bordes serrados, a menudo coloreados de un tinte rojizo. El cuerpo de Ophioblennius atlanticus típicamente tiene la cabeza, cuerpo y aleta anal de color marrón – rojizo – negruzco, y parte de las aletas pectorales y caudal de color rojizo. Como ocurre en la mayoría de especies de blénidos, Ophioblennius atlanticus tiene una piel desnuda, es decir no posee escamas, y en su lugar secreta una mucosidad que les protege del entorno.
La dieta de Ophioblennius atlanticus está basada casi en su totalidad en algas. Aprovecha sus labios serrados para roer de las superficies rocosas las algas filamentosas que las tapizan.
Durante la época de reproducción, los machos de Ophioblennius atlanticus son especialmente territoriales, y defenderán ferozmente sus territorios frente a otros machos o otras especies de blénidos. Generalmente realizan movimientos hacia arriba de la cabeza y despliegan por completo su aleta dorsal. Si el adversario no cesa en su actitud, se puede iniciar una batalla con sus bocas, y ataques directos con mordiscos al contrincante. Las hembras realizaran múltiples puestas con diferentes machos, y son estos últimos los encargados de cuidar de la puesta. Cada hembra puede llegar a poner unos 7.000 huevos por puesta, los cuales quedarán adheridos al sustrato a través de una almohadilla adhesiva filamentosa en el interior de la madriguera. Durante la puesta, los machos generan con unas rugosidades carnosas presentes en las espinas de la aleta anal una sustancia mucosa con propiedades antimicrobianas que protegerán a la puesta frente a hongos y bacterias. Los machos protegerán sus pequeñas cuevas, de las cuales tan solo asomarán generalmente parte de su cuerpo. Diversos estudios han demostrado que las hembras tienden a realizar la puesta de los huevos con los machos grandes y que ya estén al cuidado de alguna puesta, ya que esto garantiza una mejor oxigenación y cuidado de los huevos por parte de los machos.
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